En efecto, la Ley hace a los hombres sumos sacerdotes llenos de debilidad. En cambio, las palabras del juramento, posterior a la Ley, consagran al Hijo, perfecto para siempre.
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Esta es la bendición del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida.
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Ese recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación. Este es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
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