María” Yo os saludo y os digo “Ave” en este santuario, donde la Iglesia del Brasil os ama, os venera y os invoca como Aparecida, como revelada y dada particularmente a él como su Madre y Patrona! Como Medianera y Abogada junto al Hijo de quien sóis Madre! Como modelo de todas las almas poseedoras de la verdadera sabiduría y, al mismo tiempo, de la simplicidad del niño y de aquella entrañada confianza que supera toda debilidad y sufrimiento! Quiero confiaros de modo particular, a este Pueblo y esta Iglesia, todo este Brasil, grande y hospitalario, a todos vuestros hijos e hijas, con todos sus problemas y angustias, trabajos y alegrías. Quiero hacerlo como Sucesor de Pedro y Pastor de la Iglesia universal, entrando en esta herencia de veneración y amor, de dedicación y confianza que, desde siglos, hace parte de la Iglesia del Brasil y de cuantos la forman, sin mirar las diferencias de origen, razo o posición social, y donde quiera que habiten en este inmenso país.
(Extracto de la oración de Juan Pablo II durante la ceremonia de dedicación de la Basílica Nacional de Nuestra Señora Aparecida)
(Revista Arautos do Evangelho, Julio 2008, n. 79, p. 52)