V/. Nosotros Os adoramos y Os bendecimos
R/. Que por vuestra Santa Cruz redimisteis al mundo.
Lectura:
Había cerca del sitio donde fue crucificado un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual nadie aún había sido depositado. Allí, por causa de la Preparación de los judíos, por estar cerca el monumento pusieron a Jesús. Después (José de Arimatea) corrió una gran piedra a la entrada del sepulcro y se fue. María Magdalena y la otra María quedaron allí, sentadas frente al sepulcro. (Jo. 19, 41-42; Mt. 27, 60-61)
Meditación:
María dio a luz un único Hijo. Su claustro materno no fue habitado por nadie, a nos ser Jesús. Así también el Santo Sepulcro. El tiempo transcurría y eran demorados los trámites para obtener el permiso de Pilatos; descender de la Cruz el cuerpo sagrado del Señor no era un trabajo rápido, todas las circunstancias favorecieron la elección de un sepulcro de las proximidades. Una vez más, los acontecimientos son conducidos por la Sabiduría de Dios.
Se evitó así cualquier sombra de duda sobre la Resurrección. Fue Jesús quien resucitó y no el cadáver de cualquier otra persona. Y dada la proximidad del Sepulcro, se volvió más fácil la comprobación, tanto de los discípulos cuanto de los soldados romanos puesto en el lugar por los fariseos, de la mentira propagada del robo de su cuerpo.
“El Salvador fue depositado en un sepulcro que no era el suyo, dando así a conocer que moría por la salvación de los otros; ¿por qué habría de ser colocado en un sepulcro propio quien no había muerto por sí? ¿Por qué habría de tener sepulcro en la tierra Aquel cuyo trono permanecía en el Cielo? ¿Por qué habría de tener sepultura propia quien no estuvo en el sepulcro más de tres días, no como muerto, sino como que descansando en un lecho? El sepulcro es la habitación de la muerte; no era necesario por lo tanto que Cristo, que era la vida, tuviese habitación de muerte; ni necesitaba habi tación de difunto quién nunca muere». (San Agustín).
Una gran piedra nos separa, en este momento, del cuerpo sagrado de Jesús. Quien tuviese fe, podría adorar a Jesús en Cuerpo y Divinidad presente en el sepulcro, y beneficiarse de él recibiendo las gracias concedidas directamente por el Salvador. Ese fue el gran consuelo d ella Santas Mujeres.
“Después de que el cuerpo del Señor fue sepultado únicamente continuaron allí las mujeres, que más lo habían amado…” (San Remigio).
“Las mujeres perseveraron en su deber, esperando lo que Jesús había prometido; por esta razón merecieron ser las primeras que vieron la Resurrección, porque “quién persevera hasta el fin, se salvará”. (San Jerónimo).
¡Felices las Santas Mujeres! Más felices aún somos nosotros, pues tenemos a Jesús en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en la Eucaristía. En ella lo adoramos, no con una gran piedra de por medio, sino tan sólo a través de los velos de las Sagradas Especies o de la custodia. (Breve pausa para reflexión)
Oración:
Oh mi Jesús muerto y sepultado, aquí me encuentro yo, en compañía de las Santa Mujeres para adoraros. Con ellas os pido la gracia de jamás separarme de Vos y, permaneciendo así unido habitualmente a Vos por un don sobrenatural, pueda con San Paulo afirmar: “ya no soy quién vivo, es Cristo Jesús que vive en mi”. (Gal. 2, 20).
Sí, Vos estáis muerto colocado en un sepulcro para que yo tenga vida y la tenga en abundancia. Que la vida en este trance, apartada de Vos, penetre en lo más hondo de mi alma, a punto de participar de Vuestro propio poder: “Todo lo puedo en Aquel que me conforta”. (Flp. 4,13).
A Vos, oh Virgen, acudo, a fin de que me obtengáis de Jesús sepultado, la confirmación en la gracia de Dios para que un día, siguiendo vuestros caminos y los de Jesús, pueda yo resucitar para la gloria.
Padre Nuestro, Ave María, Gloria.
V/. Sagrado Corazón de Jesús, víctima de los pecadores,
R/. Ten piedad de nosotros.
V/. Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios descansen en paz.
R/. Amen.
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