África se llenaba de júbilo con el viaje del Papa, quien se vio envuelto en un baño de multitudes que lo acogió con el calor de una superabundante festividad, en un clima de mucha admiración y respeto. Durante los siete días de su permanencia, a través de una veintena de exposiciones —discursos, entrevistas y homilías—, transmitió el mensaje que la gente necesitaba y quería oír: habló de Dios.
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Angola y Camerún acogieron a Benedicto XVI con exuberante cordialidad, admiración y respeto.
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Una fuerza irresistible de paz y de reconciliación profunda y radical
Hablar de Dios a los pueblos africanos. Ése era el objetivo de Benedicto XVI como lo había anunciado él mismo en el rezo del Ángelus del 15 de marzo, en las vísperas de su partida: “Viajo a África con la convicción de que no tengo nada que proponer o dar a aquellos con los que me encuentre si no es Cristo y la Buena Nueva de su Cruz, misterio de amor supremo, de amor divino que vence toda resistencia humana y hace posible incluso el perdón y el amor a los enemigos.
Esta es la gracia del Evangelio, capaz de transformar el mundo; esta es la gracia que puede renovar también a África, porque genera una fuerza irresistible de paz y de reconciliación profunda y radical”.
Esperar contra toda esperanza
En Camerún, primera etapa de su estadía, el Santo Padre recordaba al continente africano y al mundo entero los valiosos frutos de las virtudes teologales, incitando a sus oyentes a “esperar contra toda esperanza” , a ejemplo de los santos Patriarcas Abrahám y José, el esposo de la Virgen María.
“Si os asalta el desánimo, pensad en la fe de José; si os invade la inquietud, pensad en la esperanza de José, descendiente de Abrahám, que esperaba contra toda esperanza; si la desgana o el odio os embarga, pensad en el amor de José, que fue el primer hombre que descubrió el rostro humano de Dios en la persona del Niño, concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María” — aconsejaba el Papa durante la homilía de la Misa celebrada en la festividad de San José, el 19 de marzo.
En ese mismo día, dirigió consoladoras palabras de estímulo a los enfermos del Centro Cardenal Paul Emile Léger, de manera a compartir con ellos la esperanza que procede de la fe. “Cada africano y cada uno que sufre, ayudan a Cristo a llevar su Cruz y ascienden con Él al Gólgota para resucitar un día con Él” —afirmó.
“El futuro de la humanidad nueva es Dios”
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Benedicto XVI bendice el pueblo a su llegada al Estadio Amadou Ahidjo, de Yaoundé (Camerún) |
El día 20, el Vicario de Cristo se despidió del pueblo camerunés, en donde según sus palabras, “el calor del sol africano se ha reflejado en vuestra calurosa hospitalidad” . Y viajó hacia la segunda etapa de su Viaje Apostólico: Angola.
En ese país, de lengua portuguesa, las calles y carreteras por donde pasaba el automóvil del Papa se encontraban abarrotadas, tan grande era el deseo del gentío por verlo de cerca.
Se estima que más de un millón de personas asistieron a la Misa celebrada el día 22 en la explanada de Cimangola, en Luanda.
En contacto directo con los jóvenes que se concentraron el día anterior, el 21, en el estadio “Dos Coqueiros”, Su Santidad les mostraba cómo la solución para cualquier problema era una sola: Dios. Todo nos viene de Dios, por medio de Jesucristo .
“Al subir al cielo y entrar en la eternidad, Jesucristo ha sido constituido Señor de todos los tiempos. Por eso, Él se hace nuestro compañero en el presente y lleva el libro de nuestros días en su mano: con ella asegura firmemente el pasado, con el origen y los fundamentos de nuestro ser; en ella custodia con esmero el futuro, dejándonos vislumbrar el alba más bella de toda nuestra vida que de Él irradia, es decir, la resurrección en Dios. El futuro de la humanidad nueva es Dios” —explicó.
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Diversos aspectos de la recepción al Papa en Yaoundé, Camerún
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El único médico capaz de curar es el Señor
La constatación de una realidad y la orientación sobre el camino que se debe seguir las vemos sintetizadas en las primeras palabras de la homilía de la Celebración Eucarística con los obispos, sacerdotes, religiosos, movimientos eclesiales y catequistas de Angola y Santo Tomé, el día 21. Dios el único médico que es capaz de curar. “Como hemos escuchado, los hijos de Israel se decían unos a otros: «Esforcémonos por conocer al Señor». Con estas palabras se animaban mientras se veían llenos de tribulaciones.
Según el profeta, éstas caían sobre ellos porque vivían en la ignorancia de Dios; su corazón tenía poco amor. Y el único médico capaz de curarlo era el Señor.
Es más, como buen médico, él mismo había abierto la herida para que así se curase la llaga. Y el pueblo se decide: ‘Volvamos al Señor: él nos desgarró, él nos curará' (Os 6,1). De este modo, se han encontrado la miseria humana y la Misericordia divina, que no desea sino acoger a los desventurados”.
Cordialidad y alegría, respeto y reconocimiento de la presencia divina
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Diversos aspectos de la recepción al Papa en Yaoundé, Camerún
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Los días del 17 al 23 de marzo fueron muy intensos. El Papa durante todos ellos estuvo rodeado constantemente por una muchedumbre de gente llena de cariño, afecto, respeto y admiración.
Durante el vuelo de regreso a Roma, los periodistas le preguntaron a cerca de sus impresiones sobre este viaje y el Santo Padre les respondió: “Se me han quedado grabadas en la memoria sobre todo dos impresiones: por un lado, esta cordialidad casi exuberante, esta alegría, de un África en fiesta, y me parece que en el Papa han visto, digamos, la personificación del hecho de que todos somos hijos y familia de Dios. Esta familia existe, y nosotros, con todas nuestras limitaciones, formamos parte de esta familia y Dios está con nosotros. De este modo, digámoslo así, la presencia del Papa ha ayudado a sentir esto y a llenarse de alegría.
“Por otro lado, me ha impresionado mucho el espíritu de recogimiento en las celebraciones litúrgicas, el intenso sentido de lo sagrado: en la liturgia, los grupos no se presentan a sí mismos, no se animan a sí mismos, sino que reina la presencia del sacro, de Dios mismo; también los movimientos estaban llenos de respeto y reconocimiento de la presencia divina”.
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