¿Cuáles son las esperanzas y el ánimo en la diócesis de Ratisbona, especialmente en Mindelstetten, en vísperas de la canonización de Anna Schäffer?
La última canonización de un santo en la diócesis de Ratisbona - la de su conocido obispo, San Wolfgang- tuvo lugar en 1052, hace casi mil años. Por supuesto que los parroquianos de Mindelstetten se alegran con la canonización de Anna Schäffer.
Ella forma parte de la comunidad, una hija más de la aldea. Todos sienten que éste es el acontecimiento del siglo. Representa para nosotros el tener una santa propia en nuestra iglesia parroquial. El número de peregrinos aumentará, sin duda.
¿Puede describirnos los principales rasgos de la vida de esta nueva santa?
Anna Schäffer nació en la aldea de Mindelstetten el 18 de febrero de 1882. El día de su Primera Comunión, recibida a los 11 años, escribió una carta a Jesús, ofreciéndose para que hiciese de ella lo que quisiera. Él debe haberla aceptado como víctima expiatoria.
El 4 de febrero de 1901 sufrió un serio accidente laboral en la casa donde trabajaba: cuando intentaba arreglar un tubo de la calefacción, que se había soltado encima del barreño metálico donde estaba hirviendo el agua con detergente para blanquear la ropa, se resbaló y se cayó dentro, y por unos instantes se quedó con las piernas sumergidas en el líquido en ebullición. Las heridas nunca se curaron. Se vio obligada definitivamente a permanecer en cama. Sufría continuos dolores, además de insomnio. Pero aceptó todo esto con resignación. Trató de unir su sufrimiento a la Cruz de Cristo y sufrir como Él: con humildad, amor y deseo de ofrecimiento. Su estado se agravó aún más en 1923; sus piernas quedaron completamente paralizadas; debido a una enfermedad en la médula espinal, sentía dolorosos calambres; aparte de esto, le diagnosticaron un cáncer de colon; y por si fuera poco, una caída de la cama le provocó una contusión cerebral que comprometió su capacidad de hablar, de modo que se comunicaba con dificultad. Recibió la Sagrada Comunión por última vez la mañana del 5 de octubre de 1925 y falleció al anochecer.
¿Tuvo dones místicos particulares?
Desde el punto de vista exterior, su vida transcurrió enteramente desapercibida, y siempre se mantuvo silenciosa con respecto a sus dones místicos. Sin embargo, de sus cartas alguna cosa se desprende.
En su Primera Comunión tuvo una profunda experiencia de Jesús. Sin entrar en detalles, narró una alegría sobrenatural que la inundó en esa ocasión. A los 16 años, Cristo se le apareció para anunciarle sus largos y terribles padecimientos. Posteriormente, tuvo visiones en forma de sueños. Por este medio tenía frecuentes contactos con distintos santos que la "visitaban": la Santísima Virgen María, Teresa de Lisieux, Gema Galgani y otros. También veía a menudo a su ángel de la guarda.
El evento sobrenatural más evidente, descrito por ella misma, fue su estigmatización el 4 de octubre de 1910, fiesta de San Francisco. Cuando aquella mañana recibió la Sagrada Comunión, se le apareció Jesús y unos rayos luminosos le perforaron las manos, los pies y el costado.
Cuando despertó del éxtasis se dio cuenta de que tenía los estigmas. Trató de ocultarlos. Le pidió a Jesús que los volviera invisibles, explicándole que si fuera necesario podría intensificarle Él sus dolores. Su oración fue escuchada.
¿Cuál fue su vocación?
Al principio, Anna Schäffer tenía la intención de ingresar en una Orden religiosa misionera. Su vocación era seguramente las misiones. Al estar tendida en la cama ya no podía realizar ese plan. No obstante, sin extinguirse por eso, su vocación tomó otro rumbo. En su ambiente social, las personas percibieron enseguida que no era sólo una paciente digna de compasión, sino una mujer con una vida espiritual definida.
La gente acudía a ella, no para consolarla, sino para recibir consuelo. Le presentaban pedidos de oraciones, mediante cartas o simples notas.
Anna fue intercesora y ayuda en todas las dificultades de la vida. Sabía que ésta era su misión y que la continuaría después de su muerte. Al final de su vida le dijo a una vecina: "Visite mi tumba, la entiendo y le ayudaré".
¿Qué mensaje le transmitiría usted al hombre moderno?
El encuentro con la vida de Anna Schäffer nos suscita un interrogante sobre la finalidad y, sobre todo, el valor del sufrimiento. Ella asumió y vivió lo que leemos en la Epístola a los Colosenses: "Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros: así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia" (Col 1, 24). Ella reconoció la llamada de Dios, de rezar y sufrir con Cristo por los hombres, y le fue fiel hasta la muerte. A la vista de los indescriptibles padecimientos que Schäffer tuvo que soportar, y soportó en unión con Cristo, sólo podemos dirigirle a ella una mirada de admiración e inclinarnos en silencio. Pero también podemos beneficiarnos de la riqueza procedente de los sufrimientos de esta alma de elección. En ella se cumple lo que el Salmista resume en palabras consoladoras: "Dios mío, en ti confío. Pues los que esperan en ti no quedan defraudados" (Sal 24, 2-3).
Se debe acentuar otra característica de su vocación. Ella quería acercar a los hombres a la Iglesia mediante un testimonio de vida en Jesucristo.
Hoy lo llamaríamos nueva evangelización. Anna no tenía en vista únicamente el bien corporal de las personas, sino su fin último, la salvación eterna. Eso es lo que quería hacer.
En una sociedad para la que cualquier clase de dolor no tiene sentido, ¿qué busca la gente en Mindelstetten?
En su mayoría, las personas que peregrinan a la tumba de Anna Schäffer van con pedidos individuales, con alguna preocupación, con alguna cruz corporal o espiritual. No todos son atendidos de la forma que les gustaría. Cada uno, sin embargo, recibe fuerzas para cargar con su cruz. Y esto también es una ayuda.