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Momentos de la Misa en la Pradera.
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El Santo Padre llegó en vuelo procedente de París el pasado 13 de septiembre, a las 18:30 hrs., al aeropuerto de Tarbes, en medio de una multitud de peregrinos que no cesaban de aclamarle a lo largo de su camino hacia Lourdes en el papamóvil.
Inmediatamente, Benedicto XVI comenzó su primera etapa del Camino del Jubileo visitando la iglesia parroquial del Sagrado Corazón de Jesús, donde Santa Bernardette fue bautizada el año 1844. Enseguida, se dirigió al “Calabozo” donde la familia Soubirious (los padres y los 4 hijos) tuvo que trasladarse a vivir durante varios años después de perder el Molino y pasar por serias penurias económicas. Los peregrinos pudieron seguir este recorrido gracias a unas pantallas gigantes instaladas para tal acontecimiento en el Santuario.
Más de 200.000 peregrinos aclaman la llegada del Papa
A pesar de que el buen tiempo no acompañó la llegada del Papa por la puerta de San Miguel, una infinidad de peregrinos le recibieron entre las aclamaciones, vítores y aplausos, mientras hacía el recorrido por la explanada del Santuario en el papamóvil hasta llegar a la Gruta de las apariciones.
La incesante lluvia no impidió que el Santo Padre rezase durante un buen tiempo en la gruta, delante de la imagen de Lourdes, y ofreciese una vela a la Virgen.
Procesión mariana de antorchas
El Santo Padre asistió a la parte final de la procesión mariana de las antorchas, que se realiza todos los días en esta época al atardecer, desde la terraza de la Basílica del Rosario. La perspectiva desde donde estaba el Papa no podía ser mejor: Un mar de antorchas cubría la enorme explanada del Santuario, teniendo como fondo de cuadro la imagen del Inmaculado Corazón de María y el castillo iluminado en lo alto de la montaña.
La imagen fue recorriendo en procesión toda la explana hasta quedar situada en la parte de arriba de la Basílica.
Desde lo alto Benedicto XVI se dirigió a la enorme multitud de peregrinos que jubilosamente esperaban sus palabras soportando alegremente la lluvia.
El Papa comentó que “Lourdes es uno de los lugares que Dios ha escogido para reflejar un destello especial de su belleza, por ello la importancia aquí del símbolo de la luz.”
“Al venir en peregrinación aquí a Lourdes —dijo el Papa — queremos entrar, siguiendo a Bernardette, en esta extraordinaria cercanía entre el cielo y la tierra que nunca ha faltado y que se consolida sin cesar”.
Benedicto XVI se refirió a la procesión de las antorchas diciendo que “hace presente ante nuestros ojos de carne el misterio de la oración: en la Comunión de la Iglesia, que une a los elegidos del cielo y a los peregrinos de la tierra”.
El Papa recordó también que “en este santuario de Lourdes al que vuelven sus ojos los cristianos de todo el mundo desde que la Virgen María hizo brillar la esperanza y el amor al dar el primer puesto a los enfermos, los pobres y los pequeños, se nos invita a descubrir la sencillez de nuestra vocación: Basta con amar”.
El Santo Padre terminó su mensaje ante los entusiasmados peregrinos diciendo que “la Virgen María y Santa Bernardette os ayuden a vivir como hijos de la luz para ser testigos cada día en vuestra vida de que Cristo es nuestra Luz, nuestra Esperanza y nuestra Vida”.
No tengáis miedo a decir sí a la llamada del Señor
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Benedicto XVI participó en la procesión del Santísimo Sacramento y dio con Él la bendición.
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El segundo día del Papa se abrió con un día soleado en Lourdes y comenzó con el caluroso recibimiento de más de 200.000 peregrinos, muchísimos de ellos jóvenes, en la Pradera del Santuario. Benedicto XVI llegó en “papamóvil” y recorrió la pradera en medio de una marea de banderas y de brazos que querían saludarle.
El sentimiento de universalidad de la Iglesia Católica se hacía aún más patente en Lourdes al ver peregrinos de todas las nacionalidades en torno al sucesor de San Pedro y pilar de la Iglesia.
Benedicto XVI reflejaba un rostro especialmente complacido al ver a la multitud, muchísimos de ellos jóvenes queriendo aclamarle y saludarle.
Pero, sobre todo, por el hecho de poder ver cumplido su deseo de estar allí en esta fecha tan simbólica del 150 aniversario de las apariciones de la Virgen a Santa Bernardita.
A las 10:00 hrs. fue la Santa Misa, en cuya liturgia la Iglesia celebra la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, que se ofreció especialmente por la intención de los jóvenes. Cientos de sacerdotes y decenas de obispos concelebraron con el Santo Padre, en medio de un panorama bellísimo, teniendo el río Gave, la Basílica y la gruta de Lourdes como fondo.
En la homilía Benedicto XVI dijo que “La Iglesia nos invita a levantar con orgullo la Cruz gloriosa para que el mundo vea hasta dónde ha llegado el amor del Crucificado por los hombres”.
“La señal de la Cruz —dijo Benedicto XVI a los peregrinos que le escuchaban atentamente— es de alguna forma el compendio de nuestra fe, porque nos dice cuánto nos ha amado Dios. El poder del amor es más fuerte que el mal que nos amenaza”.
El Santo Padre recordó también que “la vocación primera del santuario de Lourdes es ser un lugar de encuentro con Dios en la oración, y un lugar de servicio fraterno, especialmente por la acogida a los enfermos, a los pobres y a todos los que sufren. En este lugar, María sale a nuestro encuentro como la Madre, siempre disponible a las necesidades de sus hijos”.
Benedicto XVI tuvo palabras especiales para los jóvenes “a quienes recordó que la presencia de ellos en Lourdes es también una presencia importante” y les animó a “no tener miedo a decir sí a la llamada del Señor cuando Él os invite a seguirlo. Respondan generosamente al Señor. Sólo Él puede colmar los anhelos más profundo de vuestro corazón”.
Terminó la homilía el Santo Padre recordando que “el mensaje de María es un mensaje de esperanza para todos los hombres y todas las mujeres de nuestros tiempo, sean del país que sean. Me gusta invocar a María —dijo Benedicto XVI— como estrella de la esperanza”.
Al final de la Eucaristía una alegría y un júbilo se reflejaban en los rostros de los peregrinos que pudieron asistir en directo a esta celebración tan simbólica para Francia y, para Europa en general.
Procesión con el Santísimo
Pocos actos hay tan emotivos como la procesión con el Santísimo en Lourdes. El peregrino, sin duda, siente en lo más profundo de su alma la fe hecha imagen a través de una fila enorme de fieles que acompañan con devoción al Santísimo Sacramento.
Esta vez, tuvo un peregrino de excepción: el Santo Padre.
El cortejo estaba compuesto por numerosas asociaciones con sus respectivos estandartes, y presidido por el Cardenal Arzobispo de Toledo, Mons. Antonio Cañizares, quien acompañaba una magnífica custodia con el Santísimo expuesto.
La procesión salió del fondo de la pradera y fue recorriéndola solemnemente.
Al llegar al altar Mons. Cañizares dio la bendición a todos los enfermos, que ocupaban un lugar destacado, así como a todo el público asistente.
Poco tiempo después llegó Benedicto XVI y los Obispos franceses, que habían estado reunidos con él en el Hemiciclo de la Iglesia de Santa Bernardita.
Después de adorar el Santísimo en profundo recogimiento, el Santo Padre rezó el Angelus y recordó que “esta oración nos ofrece la posibilidad de meditar unos instantes, en medio de nuestras actividades, en el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios.”
La sonrisa de María, fuente de esperanza inquebrantable
La tercera jornada del Papa en Lourdes fue favorecida también por el buen tiempo. Una radiante explanada, adornada en los laterales con unos jardines primorosamente cuidados y con conjuntos florales, sirvió de alfombra para la llegada de Benedicto XVI, teniendo como fondo del cuadro la Basílica de Nuestra Señora del Rosario.
Cientos de personas, especialmente enfermos, le esperaban desde primeras horas de la mañana para recibir una palabra de consuelo y esperanza, un gesto que el Papa quiso marcar con su presencia para mostrar su cercanía, cariño y compartir su dolor con ellos.
Pasadas las 9 horas, el Santo Padre apareció y una vez más un ondear de banderas, vítores y aplausos quiso tributarle un merecido homenaje por querer dedicar este día especialmente para los enfermos.
En su homilía, Benedicto XVI trazó las líneas maestras de una verdadera teología del sufrimiento.
Explicó, en primer lugar, como “María ama a cada uno de sus hijos, prestando una atención particular a quienes, como su Hijo en la hora de su Pasión, están sumidos en el dolor”.
Después, habló de la sonrisa de María como “reflejo verdadero de la ternura de Dios, como fuente de esperanza inquebrantable”.
Pero, sin duda, la parte más emotiva de su homilía, incluso en la propia impostación de voz del Papa, fue cuando se dirigió a los enfermos para explicarles que en la sonrisa de María “está misteriosamente escondida la fuerza para continuar la lucha contra la enfermedad y a favor de la vida”.
Durante la celebración eucarística, el Papa quiso aliviar el dolor de los enfermos administrando el sacramento de la unción a diez personas, unos ancianos y otros jóvenes.
Al final, el Santo Padre quiso administrar la Sagrada Comunión a algunos enfermos. La emoción y, al mismo tiempo, el gozo por recibir dicho Sacramento de manos del Santo Padre podía verse reflejado en la cara de muchos enfermos o personas mayores.
El Papa se despidió de todos los peregrinos dando su bendición y manifestando su alegría de poder haber estado estos días en Lourdes, como un peregrino más.
A las 12:30 horas fue la Ceremonia de despedida en el aeropuerto de Tardes-Lourdes-Pyrénées, para coger el avión que le llevaría de vuelta a Roma.
El Papa dejó con su presencia en Lourdes el aliento, el consuelo y la esperanza a muchos enfermos o personas que sufren, pero también dejó el camino abierto para miles de jóvenes que vinieron a escucharle y a recoger el desafío que Él les lanzó en la pradera el día anterior, cuando les pidió: “no tener miedo a decir sí a la llamada del Señor cuando Él os invite a seguirlo”.
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